lunes, 6 de septiembre de 2010

Búlgaro Rafaelillo Bulgaroi: “político lampeduso o gatopardista a costa del PPC”.


El "gatopardismo" o lo "lampedusiano" es en ciencias políticas el "cambiar algo para que nada cambie", paradoja expuesta en la novela "El gatopardo", del escritor italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957). La cita original expresa la siguiente contradicción aparente:
"Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie".
"¿Y ahora qué sucederá? ¡Bah! Tratativas pespunteadas de tiroteos inocuos, y, después, todo será igual pese a que todo habrá cambiado".
"…una de esas batallas que se libran para que todo siga como está".
Desde entonces, en ciencias políticas se suele llamar "gatopardista" o "lampedusiano" al político que cede o reforma una parte de las estructuras para conservar el todo sin que nada cambie realmente.
De este modo, el político gatopardista se nos presenta con nuestro Búlgaro Rafaelillo Bulgaroi como un astuto maestro de ajedrez que sabe, siempre, qué pieza entregar para no perder la partida. O un profundo conocedor de la historia del PPC y sus rumbos, alguien que desea conservar ciertos valores en el veloz devenir de los tiempos y no ignora que para conservarlos hay que entregar siempre algo a los transformadores.
El PPC en Tarragona es un ejemplo de ello, al frente, una Cia “gatopardista”, con el lema “Siempre tu a Madrid y Siempre yo en Cataluña”. Al albor de tiempos de bonanza económica y en la mediocridad de la nada. Low cost político.
¿A dónde conduce todo esto con el Búlgaro Rafaelillo Bulgaroi? ¿Qué conceptos para la acción política o para la intelección de nuestro presente podemos extraer de aquí? Simplemente: se murió el gatopardismo. Ha muerto esa concepción de la historia según la cual unas clases sociales sucedían necesariamente a otras, superándolas. ¿Qué sería, hoy, un gatopardista? ¿Qué hombre del poder podría estar preocupado por el avance de una clase social destinada a reemplazar a la que él pertenece? Ya no hay reemplazo, ya no hay progreso histórico. Banderita PPC tu eres mía de por vida y mas ahora que Catalonia is on default, sacaremos tres o cuatro diputados autonómicos en TGNA y saldremos a hombros dentro del PPC.
Por ejemplo, Tony Blair (quien, pongamos, podría ser considerado un “burgués lúcido”) no es un “burgués gatopardista”. No hizo lo que hizo para frenar el incontenible acceso al poder de una clase social antagónica a la que él representa. Es, en todo caso, un “burgués caritativo”. O un tipo que advierte que el mercado es demasiado cruel, que deja demasiada gente afuera y que a ningún sistema social le conviene tener tantos excluidos, tantos desesperados en terminología del Búlgaro Rafaelillo Bulgaroi, por ello recluta y recluta.
Para que exista el gatopardismo tiene que existir una clase social de reemplazo, que intente superar a la hegemónica, una clase social a la que el gatopardista intente controlar por medio de concesiones. Hoy, esa clase social no existe y de ello se guarda Búlgaro Rafaelillo Bulgaroi, el último Político lampeduso catalán del PPC.
La historia del PPC en Tarragona estuvo y está en manos de los dueños del mercado, que se dividen entre halcones y palomas. Los pobres, los marginados, dependen de la bondad de las palomas. Dependen, como Blanche Du Bois, de “la bondad de los extraños”.